He querido recoger esta expresión recordando el término acuñado por el profesor canadiense Herbert M. McLuhan, a finales de los 60, refiriendo a la aldea global como la interconexión humana generada por los medios electrónicos de comunicación, sin duda premonición de lo que sería Internet.
Qué duda cabe que ésta se ha convertido en algo más que una herramienta esencial en diversos ámbitos relacionados algunos con la salud, el trabajo, la cultura, la educación, la ciencia, la política y la movilización ciudadana, reflejada a partir de un elemento estratégico en el fomento de la libertad de expresión y la democracia, por supuesto, a lo anterior debemos agregar el factor Iglesia en la cual ha estado inmerso, en especial en la época de pandemia.
En este ámbito, internet ha permeado a tal escala que nuestros padres y abuelos son muchas veces usuarios asiduos, sin saberlo, por ejemplo, a través de las video llamadas a sus nietos e hijos a distancia. Otro ejemplo lo podemos observar en nuestras conferencias y encuentros por intermedio de Zoom, o en las reuniones que se realizan a mitad de semana utilizando esta tecnología.
En honor justamente a internet, se celebró por primera vez el 25 de octubre de 2005, su día, modificándose éste a un 17 de mayo a partir de la Cumbre de la Sociedad de la Información celebrada en Túnez en noviembre de ese mismo año, propuesta realizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) quien señaló que era mejor aprovechar el Día Mundial de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información para recordar dicha conmemoración.
Para este año en particular el tema elegido se centra en la importancia de Internet y las tecnologías digitales para las personas mayores y el envejecimiento saludable.
Respecto del derecho de acceso, cabe recordar que éste es reconocido por la ONU como un derecho humano fundamental de las personas, vinculado a la libertad de expresión, es más, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), establece que el derecho de acceso a Internet debe garantizar la conectividad y el acceso universal a los servicios de las tecnologías de información y comunicación de manera equitativa, económicamente accesible y con una calidad adecuada.
Ahora bien, surge la problemática que a mayor acceso, mayor riesgo, según la UNESCO, la Inteligencia Artificial y el Big Data, pueden acelerar el logro de los objetivos de desarrollo sostenible para 2030, en ese sentido Internet se transforma en la ventana perfecta para que la sociedad aproveche estos beneficios, no obstante, su evolución genera preocupación por parte de algunos especialistas, es así se ha puesto en entredicho la privacidad del usuario en Internet. Lo anterior ha generado que diversas organizaciones y gobiernos, como la UE por ejemplo, implementen estrategias de protección a la información que apoyen en el control respecto del uso de nuestros datos en Internet, lo que a la fecha, lamentablemente no se ha concretado de la mejor forma, aun cuando falte mucho por mejorar en este aspecto, en lo personal, me resulta imposible imaginar cómo algunas instituciones podrían funcionar sin internet, incluso nuestras Iglesias en futuros cercanos.
Con todo y lo anterior los desafíos apuntan a buscar tecnologías más inclusiva y respetuosa con el medio ambiente, cuyos alcances lleguen a regiones donde hasta ahora ha sido muy complicado estar presentes de manera más eficientes, donde un niño o niña que no tiene acceso hoy, pueda ser parte del metaverso, ese entorno virtual que sirve como punto de encuentro de personas y organizaciones, acceso que ayuda a disminuir esta brecha digital entre los que vivimos en la aldea global.