En el capítulo 11 del libro de Génesis, encontramos el conocido pasaje cuando los seres humanos se dieron a la tarea de construir una torre que pudiera llegar hasta el cielo, y de paso estar preparados por si volvía a caer un diluvio. Cuando Dios vio lo comprometidos y determinados que estaban en esta tarea, quiso intervenir y confundir sus lenguas, para que pudieran esparcirse sobre la faz de la tierra.
El ser humano al parecer siempre está en una carrera por llegar a lo más alto en todo sentido. Siente que el desarrollo consiste en la generación de nuevas tecnologías que le den mayor bienestar. Es como si quisiera estar a la altura de Dios.
La última torre de Babel que al parecer entretiene a los hombres en esta época es producir Inteligencia Artificial. Han venido tratando los últimos 50 años, pero al parecer ahora, en desarrollos recientes, parecen estar más cerca de lograrlo. Una Inteligencia Artificial, que según la opinión de algunos expertos va a cambiar de manera radical la vida en la tierra. ¿Para bien? Eso es lo que ni siquiera sus más grandes desarrolladores pueden determinar.
Una vez más, los seres humanos jugando a «ser dios».
¿Cómo nosotros, los hijos de Dios, debemos relacionarnos con las nuevas tecnologías? ¿De qué manera afectará nuestro trabajo el desarrollo de una Inteligencia Artificial?
Quisiéramos estar a la altura de los nuevos desafíos y con la ayuda del Espíritu Santo estar preparados para guiar a la grey en lo que será posiblemente una nueva revolución en la historia de la humanidad. Una vez más le decimos al Señor: «Aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer».
